Austria y Europa han bordeado el precipicio

(Artículo publicado en el diario La Nueva España el 27/5/16)

El pasado domingo, mientras en media España estábamos siguiendo la final de la Copa del Rey, algunos teníamos también el móvil o la tableta en la mano a la espera de los resultados de las elecciones presidenciales de Austria. Finalmente, Alexander Van der Bellen, el candidato independiente que se presentaba por los Verdes y que había quedado en segundo lugar en la primera vuelta, alcanzó la victoria aunque tuvimos que esperar hasta el lunes al recuento del voto por correo. Sin duda, el resultado es una excelente noticia para los europeístas y demócratas y una prueba más de que a pesar de todas las dificultades seguimos adelante. Con todo, tampoco podemos obviar el apoyo creciente que los discursos populistas, nacionalistas o xenófobos están recibiendo en toda Europa. Y tenemos las elecciones francesas a la vuelta de la esquina con la amenaza fascista de Marine Le Pen. Por ello, la experiencia austríaca no puede minusvalorarse.

En la primera vuelta Norbert Hofer, el candidato de la formación ultraderechista del Partido de la Libertad, obtuvo el 35,1 por ciento de los votos con una distancia de catorce puntos respecto al vencedor final. Imagino que para los seguidores de las nuevas series televisivas, el nombre del partido le recordara al homónimo de Dinamarca que conocimos en Borgen. Sin embargo, a diferencia del líder del partido danés centrado siempre en la defensa de tradiciones nacionales y de un pensamiento reaccionario, Hofer ofrece una imagen más poliédrica en busca de los votos de las clases medias inseguras ante el devenir de su país. Al igual que Marine Le Pen, Hofer ha encontrado un hueco electoral que va mucho más allá de los círculos tradicionalistas y que se adentra en las capas medias que o bien tienen menos oportunidades o bien perciben el futuro con temor. Ciertamente, el asunto de los refugiados ha entrado con fuerza en la agenda europea, cuando sociedades más o menos homogéneas como las del centro y este de Europa, comienzan a iniciar un camino hacia un pluralismo cultural al que aún no hemos sabido dar una respuesta institucional estable.

Por otra parte, el acuerdo que ha guiado al país en los últimos años entre socialdemócratas y democristianos ha dejado todo el espacio de la oposición a formaciones hasta ahora minoritarias. Esta es otra lección de este proceso. Los Verdes supieron leer bien la situación y presentaron a un economista académico independiente como Van der Bellen, con un artículo publicado en Econometrica, la revista de investigación de referencia en el campo de análisis matemático de la economía. La apuesta fue arriesgada al buscar a una persona fuera de su círculo de confort pero, sin duda, acertada y pudo nuclear a su alrededor a toda una mayoría progresista. Por su parte, los socialdemócratas y democristianos presentaron a candidatos más encuadrados en la vida política ordinara del país y no supieron trascender del corto plazo. Por lo demás, la ultraderecha aglutinó a todas las fuerzas conservadoras con el discurso del miedo.

En fin, Europa ha superado una prueba complicada y los europeos hemos seguido estas elecciones con pasión y tensión, dando muestras de ese aumento de la conciencia común, de ese espacio público compartido que se viene construyendo con dificultades. Los últimos años han sido muy duros para el proyecto europeísta pero también están solidificando ese espíritu común, aunque sea para luchar contra el mal que siempre ha destruido nuestro continente, el nacionalismo. Ahora que se han cumplido treinta años del fallecimiento del padre del federalismo europeo, Altiero Spinelli, cabe recordar la frase final del Manifiesto de Ventotene: «el camino que hay que recorrer no es fácil ni seguro pero debe ser recorrido, y lo será».

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