De nuevo refugiados y reforma del euro

Artículo publicado en La Nueva España el 28 de junio de 2018

Hoy jueves se celebra en Bruselas una nueva reunión del Consejo Europeo, la institución que agrupa a todos los jefes de Estado o de gobierno de los países de la Unión, presidido por el polaco Donald Tusk. El Consejo Europeo ostenta un elevado poder en el diseño institucional de la Unión y decide, normalmente por consenso, cuándo y cómo se da paso al resto de instituciones europeas, la Comisión y el Parlamento, a la hora de abordar retos que los países no pueden asumir por su cuenta. Normalmente, el Consejo Europeo tarda demasiado tiempo en entender que algunos problemas necesitan soluciones comunes, tiempo en el que tales desafíos van tomando cada vez peores características.

Podemos decir que el Consejo Europeo, por norma general, acepta tarde y mal que los Estados no pueden resolver algunas crisis por sí solos antes de aceptar una solución comunitaria. Pero ese tiempo en el que todo empeora, paradójicamente, no mina la credibilidad ante los ojos de los ciudadanos de los propios Estados sino de la Unión, alentando el euroescepticismo de quienes siguen una reunión tras otra del Consejo Europeo sin respuesta alguna. Tal pareciera que el Consejo Europeo es “Europa” y no los Estados decidiendo (o no) conjuntamente y muchas veces apostando por no ofrecer una respuesta común. Si en la crisis económica iniciada en 2007-08, el Consejo Europeo necesitó de cuatro años, hasta el verano de 2012, para entender que sólo a través de más Europa podríamos abordar la recesión (fecha a partir de la cual la crisis comenzó a enderezarse, no sin antes asomarnos al precipicio de la ruptura del euro), el reto migratorio sigue pendiente de una respuesta plenamente europea. Una y otra cuestión, de la mano de los problemas de seguridad y terrorismo, han marcado el devenir de la Unión en la última década, junto al reto (de momento bien gestionado en las manos de la Comisión) del Brexit.

Pues bien, la reunión de hoy volverá a discutir la inmigración en un entorno aún más hostil que en el pasado. La ausencia de una respuesta europea eficaz en los últimos años ha generado exactamente una pérdida de confianza en la Unión, cuando en realidad debería haber perjudicado a la credibilidad de los propios Estados, y elevado el apoyo a fuerzas populistas y nacionalistas y en algunos casos, como en Italia, la ciudadanía les ha puesto al frente de sus respetivos gobiernos o con un grado muy elevado de influencia como en Austria u Holanda. Tal es así que en estos momentos, entre los nuevos gobiernos, sólo España y Portugal y, en menor medida, Francia mantienen una posición solidaria, destacando el compromiso de Pedro Sánchez. En este tiempo, el Consejo Europeo ha evitado comprometerse con las propuestas que tanto la Comisión o el Parlamento han puesto sobre la mesa, y cuando han decidido algo lo han hecho por su cuenta y riesgo como el acuerdo de los propios Estados con Turquía. Lo paradójico es que una parte de la ciudadanía se ha distanciado del proyecto comunitario y apostado por partidos nacionalistas que exactamente ahora, cuando parece que la situación es ya insostenible, tienen mayor poder que nunca. De este modo, estamos a la espera de un posible acuerdo que debiera establecer un mecanismo permanente, eficiente y solidario de realojamiento, con una posición política de los miembros del Consejo Europeo aún menos fraterna que en el pasado.

En fin, además del gran tema de los refugiados, mañana viernes el Consejo Europeo a 27 (sin el Reino Unido) se reúne de nuevo para abordar las reformas de la unión monetaria. La declaración franco-alemana de Meseberg ha calentado el debate en los últimos días, acompañando a las propuestas legislativas de la Comisión y a la posición mayoritaria del Parlamento. Estaremos pendientes de la evolución de los debates, tan importantes para evitar estrategias deflacionistas ante futuras crisis. Atentos.

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