17 Sep Refugiados
La pasada semana, al cierre del pleno en Estrasburgo, me desplacé a la frontera serbo-húngara para conocer de primera mano la situación de los refugiados que, huyendo de la guerra y del terrorismo que bien conocimos el 11 M en España, tocan la puerta de Europa pidiendo auxilio. Allí, pude comprobar las penurias y calamidades de miles de personas en busca de una esperanza para sus vidas en un camino plagado de miserias. Ancianos, embarazadas, niños y bebes, familias completas caminando por entre los rieles de una antigua vía que debería conducirles hacia el sueño europeo.
Con todo, al otro lado de la frontera, ya en territorio de la UE, el recibimiento de las autoridades húngaras no podía ser peor. Un gobierno absolutamente carcomido por la xenofobia y el populismo los conducía a campos de concentración sin comunicación alguna con el exterior y donde el trato inhumano revolvía las entrañas de cualquier ciudadano decente. La policía y la mafia actuaban en comandita y muchos de aquellos refugiados que recurrían a las mafias para alcanzar Austria, camino de Alemania, acababan en comisaria, conducidos por los propios traficantes que se repartían a medias con los cuerpos de seguridad el botín del robo a esa pobre gente.
Ahora llegan noticias del cierre total de esa frontera con una valla de concertinas instalada en los últimos días por… ¡presos húngaros! Mientras, Alemania, Austria y otros países ponen en cuestión la libre circulación de ciudadanos en el territorio Schengen y vuelven a levantar fronteras entre nosotros. Y todo ello en el día que los ministros de los Estados miembros eran incapaces de acordar el programa europeo de acogida de refugiados presentado por la Comisión Europea y respaldado por el Parlamento. Malos tiempos para el europeísmo, fusilado por muchas capitales nacionales que con sus miedos frustran nuestro deseo de avanzar juntos.
Sin embargo, la presión social y política obligó ayer a los ministros, al menos, a aprobar el plan presentado por la Comisión en primavera, que rechazaron en su día, para la adopción de 40.000 refugiados y sin cuotas obligatorias. No es un consuelo, sin duda, pero ahora estamos emplazados a redoblar la presión para que en esa futura cumbre en octubre, los países acaben por aceptar la propuesta europeísta e incluso pueda ser tomada esa decisión sin unanimidad, con mayoría cualificada sería suficiente. Mantengamos la tensión y demos un paso hacia adelante.
Artículo publicado en el diario La Nueva España en mi sección quincenal Tarjeta Azul
No Comments