01 Oct Cataluña europea
Artículo publicado en La Nueva España el 30 de septiembre de 2015 en mi sección «Tarjeta Azul».
El 1 de julio del pasado año tomaba posesión de mi escaño en el Parlamento Europeo. Desde entonces, nadie en Europa me había preguntado por la «cuestión catalana». En ocasiones, me resultaba sorprendente que ante el desafío independentista de una parte de Cataluña, no encontrase un solo diputado que me preguntara por este asunto. Sólo la pasada semana, en medio de la vorágine de la campaña y del embrollo sobre la respuesta a Juncker a una pregunta del diputado Fisas sobre el futuro de Cataluña, se suscitó algún debate, encapsulándolo en todo caso bajo la denominación bruselenses de los asuntos «hispano-españoles», adjetivo por el que se hace mención a aquellos temas que suelen envenenar nuestros debates nacionales, pero que nadie considera seriamente fuera de nuestras fronteras.
Tal es así que por estos lares no había duda alguna de que una supuesta independencia de Cataluña dejaría a tal territorio fuera de la Unión. Todavía, el pasado jueves, en el acto organizado por el Movimiento Europeo en Oviedo, J. Ignacio Torreblanca, tal y como si estuviera ante el tribunal de su tesis doctoral que versó exactamente sobre los procesos de ampliación de la Unión, nos explicó nítidamente cómo una auto-exclusión no negociada de un territorio de un Estado miembro supone su salida automática del proyecto comunitario. Una explicación muy sencilla, pero de difícil digestión para los intereses secesionistas, que no han dudado en intentar confundir a los catalanes en estos meses con este y otros temas como el supuesto «expolio fiscal». Recomiendo sobre este último asunto el reciente libro de Josep Borrell «Las cuentas y los cuentos de la independencia» que también ha sido silenciado en Cataluña desde los medios de comunicación públicos.
En fin, las elecciones han pasado y parece claro que Cataluña continuará con nosotros, pero no podemos obviar que hoy cerca de la mitad los catalanes desean irse de nuestro país, y que el resto está dividido entre los que no quieren tocar un ápice las normas que nos rigen, quienes consideran que Cataluña es soberana, aunque sea para mantenerse en España, y quienes aspiramos a revisar la Constitución, no sólo para encontrar un mejor encaje de esta importante comunidad, sino sobre todo para ordenar el ya descentralizado país que hemos construido desde la Transición sin demasiado orden. En fin, las próximas elecciones generales serán claves para revisar el modelo territorial del país, confiando en todo caso que el proyecto europeísta acabe por hacer olvidar estos debates fronterizos.
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