Los grupos de presión o «lobbies»

(Artículo publicado en La Nueva España– 4/2/2016)

Uno de los asuntos más controvertidos, por los que se me suele preguntar en casi todos mis encuentros en Asturias, es sobre la actividad de los lobbies, los grupos de presión de toda índole que participan activamente en el proceso legislativo de la Unión. En Bruselas, existen multitud de estos grupos que intentan conducir la legislación hacia sus intereses que, obviamente pueden estar alejados del «bien común». Existen, pues, multitud de lobbies, desde las asociaciones ecologistas, sindicatos, ONG´s de todo tipo hasta los grupos empresariales, asociaciones patronales o empresas especializadas que trabajan por cuenta ajena.

En general, mi experiencia con los lobbies es razonablemente positiva, siempre y cuando uno tenga cierto criterio para saber en qué aguas nada, y bajo el sistema de trasparencia regulada que impera en Europa. En este sentido, el Parlamento y la Comisión comparten un registro de lobbies, donde figuran todos los grupos de presión que desean reunirse con los legisladores o con el ejecutivo comunitario. Además, en ese registro deben reflejar los costes de esos  departamentos, cuando el lobby se realiza por cuenta propia, o bien de los ingresos que reciben y quiénes son sus clientes, en el caso de las empresas especializadas en asuntos públicos. Por supuesto, el registro es público y se puede consultar fácilmente a través de internet. Es verdad que la transparencia podría ser mayor, por ejemplo, obligando a dejar constancia de todas las reuniones y sería necesario abordarlo en futuras regulaciones. Pero, en todo caso, con la actual regulación cualquier persona dispone de información suficiente sobre los lobbies, sus ingresos y sus clientes.

Más allá de esto, los grupos de interés pueden ser muy útiles para un legislador. En términos generales, cuando uno aborda una nueva regulación, normalmente con asuntos muy técnicos, escuchar a los lobbies no es otra cosa que conocer la opinión de aquéllos sobre los que se les va a legislar. Por lo tanto, conocer sus visiones ayuda a tener una interpretación más amplia de los asuntos. Además, los lobbies interesados en un dossier suelen tener criterios contradictorios porque las propuestas de regulación afectan siempre de manera distinta a cada uno de los actores de cualquier sector. Así, de estos encuentros se puede extraer información muy relevante de cada una de las partes que permite conocer el fondo de los asuntos.

Con todo, es cierto que a veces se pueden crear situaciones «incómodas». Mi predecesor Antonio Masip tuvo que sufrir en alguna ocasión insoportables presiones, pero otras veces los problemas se generan si el diputado no sabe limpiar el trigo de la paja.

En el primer proyecto legislativo del que fui ponente, me encontré con varias enmiendas exactamente igual presentadas por una diputada del Partido Conservador británico y otra perteneciente a uno de las nuevas formaciones que han nacido en Europa al frío de la crisis supuestamente a la izquierda de los socialistas, esos que venían a «limpiar» la política.

Ciertamente, uno ya no se extraña de determinadas cosas cuando en cada pleno la extrema derecha e izquierda votan al unísono, pero este caso era muy llamativo porque ambas diputadas presentaban una enmienda con idéntica redacción. Tal fue la situación que en las negociaciones, la ponente británica criticaba mi extremismo dado que la opinión del grupo a mi izquierda estaba exactamente en su posición. Así pues, tuve que hablar directamente con la diputada en cuestión, quien me transmitió que la redacción de la enmienda había estado inspirada en un lobby, que la había confundido, pero que, en todo caso, se mostraba dispuesta a retirarla ante mi explicación. Sobra decir que la diputada estuvo semanas evitándome en los pasillos, espero que por vergüenza.

En fin, más allá de esta anécdota, los lobbies pueden ser muy útiles si el diputado tiene un mínimo de criterio para saber lo que está haciendo, si bien la regulación puede ser aún más transparente y espero que en próximas reformas se aborde. Haría bien España, en todo caso, en replicar, al menos, la regulación europea, dado que en nuestro país los lobbies actúan sin legislación alguna, y entre la niebla siempre ganan los que no juegan limpio.

 

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