09 Jun El laberinto de Cameron
El jueves 23 de junio del 2016, tres días antes de nuestras elecciones generales, el Reino Unido deberá decidir si continúa o no con nosotros en el seno de la Unión Europea. Los defensores de la democracia directa estarán encantados con esta oportunidad que se da al pueblo británico para elegir su futuro, cuando lo cierto es que en los referendos los ciudadanos acabamos respondiendo a preguntas bien distintas a las que se nos plantean. Baste recordar la campaña a favor de la abstención de Alianza Popular en el referéndum sobre la OTAN convocado por el gobierno socialista en 1986, intentando utilizar esta consulta como un plebiscito sobre la labor ejecutiva del PSOE. Más cercano en el tiempo, en el pasado abril, Holanda celebró un referéndum sobre el acuerdo estratégico alcanzado entre la Unión Europea y Ucrania, consulta utilizada por los euro-hostiles para forzar una supuesta votación a favor o en contra del proyecto europeísta, sin atender a la cuestión de fondo sobre la que se preguntaba. En esa ocasión, los ultra-nacionalista ganaron el envite y han introducido a toda la Unión en un serio problema para la tramitación de un acuerdo que abarca a toda Europa. En fin, cuando se convoca un referéndum, aún con los mejores propósitos, es necesario saber que la pregunta formal que se realiza puede distar mucho de la que los ciudadanos deciden responder.
Hace unas semanas, volé a Londres para entrevistarme con algunos colegas diputados sobre los distintos dosieres legislativos que tenemos encima de la mesa del Parlamento, y aproveché también para interesarme por la campaña sobre el referéndum sobre el terreno. Mi sorpresa fue observar cómo el principal punto de debate no estaba centrado en las ventajas o inconvenientes de mantenerse en la Unión, sino en cuestiones como la inmigración o el futuro del sistema nacional de salud. Ciertamente, ambos temas no son ajenos al debate europeo, pero el Reino Unido no dejará de tener que dar una respuesta al reto migratorio global o a la sostenibilidad y calidad del sistema sanitario, dentro o fuera de la Unión.
Por otra parte, siempre hay políticos oportunistas que aprovechan cualquier ocasión para dar rienda suelta a sus ambiciones personales sin atender a lo que está en juego para su país. El antiguo alcalde de Londres, el tory Boris Johnson, está liderando la campaña por la salida, abriendo una brecha en el Partido Conservador donde se está dilucidando de fondo el sucesor de David Cameron. Ciertamente, el único responsable de todo este vodevil es el propio Cameron que prometió la celebración de este referéndum en su campaña electoral, para evitar la fuga de sus votantes más conservadores hacia UKIP, creyendo que no obtendría una mayoría absoluta de modo que después debería rebajar esta promesa en las negociaciones parlamentarias. Él sólo se ha metido en este laberinto del que parece que tiene difícil salida. Por su parte, los laboristas apoyan obviamente la permanencia del país en la Unión y en los últimos días Gordon Brown ha tenido que salir a la palestra de nuevo, el líder que logró mantener el Reino Unido unido en la consulta escocesa.
En medio de este debate, me reuní en Londres con unos amigos asturianos residentes en el Reino Unido que están participando activamente de este debate. Ignacio Morais, antiguo compañero del CEMFI (Banco de España) y Roberto Casas, amigo desde los años escolares en los Dominicos, ambos financieros en la City. Cenamos en el restaurante Hispania, propiedad de la chefs asturianos de Casa Gerardo, que junto al establecimiento de Nacho Manzano suponen la punta de lanza en la “pérfida Albión” de la gastronomía asturiana. Todos convenimos en la necesidad de mantener al Reino Unido en la Unión, aún con los interrogantes que supone la nueva relación que David Cameron ha pactado con el resto de presidentes nacionales en el seno del Consejo Europeo y que en el caso de continuar en Europa deberá ser estudiada por el Parlamento Europeo. Confiemos en que los Trump, Johnson, Grillo, Le Pen o Iglesias de turno pasen a la historia más pronto que tarde.
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