Participé esta mañana, con ocasión de la reunión de alto nivel celebrada en Basilea sobre la supervisión bancaria en Europa,  en un interesante panel sobre la proporcionalidad en la regulación bancaria. Éste es el texto completo de mi intervención The financial crisis initiated in 2017 after the collapse of Lehman Brothers, spread rapidly around the globe and soon became a crisis with very particular features in the euro area given the lack of centralized macroeconomic policies at the Union. The errors of regulation and financial supervision of previous years where clearly evidenced. If some less prudent behaviour of bank managers would be a sufficient condition to propitiate a banking crisis, the absence of adequate regulation and supervision played a major role in leading the global economy to the biggest crash since 1929, placing in another sphere the consequences of the World War II. Since then, and around the debates of the Basel Committee, a series of regulatory and supervisory principles have been revisited, or created, and applied in different jurisdictions with various local perspectives, generating; nonetheless, a new institutional regulatory framework. After more than ten years and with the experience of the crisis, but also not forgetting the years of previous exuberance, it seems that the time has come to assess the impact of the current regulation, reevaluate it and examine whether or not it is convenient to review it or, at least, part of it. In this debate, the idea of considering and applying the "principle of proportionality" in European legislation gained greater impetus in the last years. Some current legislation already incorporates provisions on proportionality, but some stakeholders consider that this principle should be more and better acknowledged and enforced.
Artículo publicado en La Nueva España el 23 de agosto de 2018 Grecia se incorporó a la unión monetaria con tres años de retraso, en 2001, respecto al resto de países fundadores del euro. El incumplimiento de los criterios de Maastricht impidió su ingreso desde el primer momento, aunque cuando se sumó finalmente al club tampoco observaba con brillantez todos los compromisos. Desde esa fecha, la renta per capita en términos reales creció hasta el inicio de la crisis en 2008 un 29 por ciento, un 50 por ciento más que en el septenio previo, mientras el ahorro nacional se redujo a la mitad (en comparación con el PIB) y la inversión repuntó hasta el 27 por ciento del PIB, elevando las necesidades de financiación con el resto del mundo desde el 3 al 15 por ciento del PIB. En ese mismo periodo, desde el último año con dracmas en circulación hasta la caída de Lehman Brothers en la segunda mitad de 2007, el déficit público aumentó hasta el 6 por ciento del PIB, y el saldo estructural negativo, es decir, aquel que ignora la situación cíclica de la economía, superó el 11 por ciento del PIB, mientras la deuda pública no bajó del 100 por ciento del PIB. Con este cuadro macroeconómico, Grecia afrontó la crisis financiera internacional con escasos instrumentos y antes de los duros ajustes de 2010, el país ya ofrecía un déficit público superior al 10 por ciento del PIB, pero un saldo estructural deficitario cercano al 20. Es decir, la economía griega, con independencia de la crisis, registraría un déficit público permanente de medio plazo de una quinta parte de su renta anual, lo que situaba al país en una espiral de deuda pública insoportable. Mientras, la deuda (pública y privada) con el exterior siguió creciendo hasta superar el 15 por ciento del PIB. Grecia no supo gestionar el boom posterior a su entrada del euro (amén de la manipulación estadística) y no tenía opción alguna ante la crisis. Recodemos que España entró en recesión con su superávit presupuestario del 2 por ciento y una deuda pública ligeramente superior al 30 por ciento, ambas cifras respecto del PIB nacional, y no lo pasamos demasiado bien.