El Día de Asturias con Europa al fondo


La ciudadanía europea deberá pronunciarse sobre una cuestión nuclear en el sistema democrático que no es otra cosa que los propios principios fundacionales de nuestra Europa. Por una parte, los Salvini, Le Pen u Orban parecen volcados en construir un “movimiento europeo” contra la propia idea de Europa. La globalización, las migraciones, la revolución tecnológica o los desarrollos médicos y genéticos han elevado la incertidumbre de la ciudadanía en todo occidente. Ante el miedo al futuro, parte del electorado parece haber virado hacia el nacionalismo, la patria, la identidad nacional excluyente y otras cuestiones pre-contemporáneas. Esto no sólo alimenta un polo nacional-populista a la derecha, sino que incluso en la izquierda también prende una cierta renuncia al “internacionalismo”, a la vocación universal de los valores progresistas, protegiéndose en otras categorías nacionales, como el movimiento de Jean Luc Melenchon. Este debate ya lo vimos en Francia durante la segunda vuelta de las Presidenciales entre Macron, con una fuerte apuesta europeísta, y Marine Le Pen.
En este contexto político, se entremezclan la polarización política que cultivan los Salvini y cía y la difuminación entre izquierda y derecha que el Presidente francés alienta. En la medida en que, en uno y otro campo, aunque más claramente en la derecha, se crea un debate sobre la nación y el cosmopolitismo, los criterios tradicionales de voto también se alteran y ahí la izquierda progresista con vocación de gobierno se encuentra atrapada en un sándwich. Así pues, el reto de la socialdemocracia europea se va a situar en liderar claramente el proyecto europeísta, atendiendo también a las ansiedades de quienes ven el futuro con más incertidumbre que en el pasado, intentando anclar la búsqueda de certezas a la propia construcción de la Unión. Mientras, en el centro-derecha estamos observando también una tensión entre aquéllos que tientan a los demonios nacionalistas (lo estamos viendo en España) y quienes siguen aspirando a esa economía social de mercado europea que impregnó a la democracia cristiana durante décadas.
En fin, la próxima semana escucharemos y debatiremos con Juncker sobre la orientación de la Unión durante el curso político que se inicia y más allá. Daré buena cuenta en esta columna de las conclusiones del debate y animo a todos mis paisanos a celebrar las efemérides de estos días con el recuero del triste accidente con que se inició la semana.

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