En el ring

Artículo publicado en La Nueva España el 4 de octubre de 2018
A menudo me preguntan por qué en los videos que cuelgo en mi web (www.jonasfernandez.com) sobre mis intervenciones parlamentarias, no se ven apenas diputados en el Parlamento. Es cierto que estos videos, a menudo difundidos en televisión, dan una imagen pública equivocada sobre la densidad del trabajo de los diputados en el Parlamento de Estrasburgo.
Durante las semanas de pleno alrededor de los debates y los votos en la cámara, se multiplican las reuniones de toda índole. Mientras los temas de discusión y las intervenciones en la propia sala del pleno se suceden, los diputados debemos asistir también a compromisos con nuestros grupos parlamentarios, delegaciones nacionales, comités, interparlamentarias, trílogos o negociaciones entre los ponentes para avanzar en los distintos proyectos parlamentarios, entre otros. Esta multiplicidad de citas conduce a que en los debates en el hemiciclo participen solamente los diputados que trabajan directamente en los asuntos que se discuten en cada momento, de modo que en las cámaras de televisión tal pareciera que hablamos solos.

Para evitar tal inconveniente ante la opinión pública, se ha propuesto en varias ocasiones aminorar la agenda oficial de trabajo que se celebra de modo paralelo a los debates del pleno. Ciertamente, la política tiene una gran dosis de actuación y los debates en los plenos forman parte de esa escenificación de la confrontación dialéctica inherente a la democracia. Sin embargo, no sé si debiéramos retardar o postergar el trabajo de fondo, que se desarrolla fuera de los focos televisivos, para mantener la tensión del “elector”.
Donde la tensión comienza a elevarse, y muy notablemente, es en torno a las negociaciones del Brexit. El pasado día 20 de septiembre se celebró en Salzburgo (Austria) la última reunión del Consejo Europeo y la cita acabó con un desencuentro profundo. Después de la intervención de Theresa May (Primera Ministra del Reino Unido) donde articuló su última propuesta para el futuro marco de relaciones de su país con la Unión (comentada en esta misma columna el 12 de julio), los 27 Estados Miembros expresaron unánimemente su rechazo a tal ensoñación. Es muy complicado que algunos asuntos delicados prosperen, como por ejemplo las características de la frontera blanda en Irlanda del Norte, la unión aduanera para algunos bienes, o el sistema de aranceles duales. Si May se enfrenta a una dura oposición en el seno de su propio partido, entre aquellos que aspiran a un Brexit drástico, desde la Unión pocos ven las bondades de su último plan. De este modo, las probabilidades sobre una salida del Reino Unido el31 marzo del próximo año, sin acuerdo alguno, han comenzado a elevarse sensiblemente; si bien, no sabría decir cuánto hay de escenificación en el actual distanciamiento de las relaciones y si la ruptura corresponde al patrón habitual en este tipo de negociaciones previa a un acuerdo final.
Olaf Palme ejerció como crítico de teatro y boxeo en su juventud, antes de iniciar su aventura política. Ya siendo primer ministro en Suecia, un periodista le preguntó por aquella experiencia, un tanto exótica, por las diferencias nítidas entre esas dos actividades. Palme respondió resuelto que no encontraba incoherencia alguna entre el teatro y el boxeo, y era tal su pasión por ambas que había acabado en la política, quizá el arte que aunaba esas dos pasiones.
Probablemente, el Parlamento debiera revisar su agenda para ejemplificar unos debates concurridos en el hemiciclo, pero confío en que los actuales golpes pugilísticos en el ring del Consejo Europeo terminen en un acuerdo razonable con el Reino Unido, aunque sin olvidar, como dijo Jean-Claude Juncker (Presidente de la Comisión Europea), que «el divorcio no es amistoso».

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