La Europa de lo pequeño

Artículo publicado en La Nueva España en mi sección «Tarjeta Azul» el 15 de octubre de 2015

El pasado sábado se celebró en San Sebastián un justo homenaje a Txiqui Benegas, una persona clave en la constitución de la Mesa de Ajuria Enea, que fue el inicio del fin de ETA. Esa búsqueda permanente de lugares de encuentro marco su vida política, de la que se ha despedido con todo el reconocimiento de sus conciudadanos.

En 1997 Benegas publicó un libro titulado «El socialismo de lo pequeño» donde exponía la necesidad de que la política supiera responder a las cuestiones del día a día, a los problemas extraordinariamente graves para quienes los sufren pero que a veces quedan ocultados por eso que se llama la «Gran Política». En este sentido, Europa debe también reconquistar el corazón de muchos ciudadanos con esos sencillos gestos que tienen implicaciones más profundas que todas las medidas políticas transformacionales.

La semana pasada, en el marco del pleno del Parlamento Europeo, mantuve una reunión de trabajo con Antonio Tajani, actual vicepresidente del Parlamento y anteriormente Comisario de Industria, para discutir la evolución de la factoría de Tenneco en Gijón. Ambos nos comprometimos a seguir muy de cerca el proceso de venta de la planta asturiana, dando continuidad por mi parte al brillante trabajo de Antonio Masip. En la conversación, Tajani me habló de la necesidad de esa Europa de las pequeñas cosas que urgen de una disposición política extrema y que a veces se olvidan, como decía, respecto a las grandes decisiones políticas. Sin duda, el esfuerzo de Europa para evitar el cierre de Tenneco fue esencial pero necesitó de un «detenerse» en esos problemas puntuales.

También en el pasado pleno vivimos otro ejemplo de esta manera de hacer política con la aprobación del Parlamento del informe sobre las indicaciones geográficas no agrícolas. El objetivo es adaptar el sistema de las denominaciones de origen, que tan buenos resultados ha dado, a otro grupo de productos que verían así reconocidos la calidad de su materia prima y de su proceso de elaboración, dando un futuro a muchas pequeñas empresas que necesitan de ese reconocimiento oficial para que los consumidores podamos elegir con libertad y criterio en nuestras compras. Este modelo debería fortalecer el futuro del azabache de Villaviciosa o de la cuchillería de Taramundi, entre otros productos, que ya sufren la competencia desleal que proviene de algunos países del Pacífico. Sin transparencia sobre la calidad de los bienes, la mala moneda siempre reemplaza a la buena como dicta la Ley de Gresham enunciada en el siglo XVI y confirmada matemáticamente por el Nobel de Economía George Akerlof ya en el siglo XX. El Parlamento ya ha mostrado su posición y estamos ahora a la espera de la iniciativa legislativa de la Comisión, que ya se está demorando.

Pues bien, Europa también debe practicar esa política de lo pequeño, tan necesaria como las grandes directrices para la Unión.

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