A propósito de Jesús Arango: Asturias 2050

Ayer miércoles la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentó al pleno del Parlamento una batería ingente de medidas para responder al reto de la reconstrucción y modernización de la Unión ante el shock del coronavirus. Tendremos ocasión de analizar estas propuestas, que inician ahora su trámite parlamentario, con más detenimiento, pero me gustaría enlazar ese gran debate macro sobre el futuro de la Unión con las necesidades más cercanas de nuestra querida Asturias.

Y lo quería hacer a colación de la publicación por este diario de una serie de artículos de Jesús Arango sobre las perspectivas de Asturias en el horizonte del año 2050. Esas columnas configuran, a su vez, un ensayo de unas cincuenta páginas que más pronto que tarde deberían editarse en forma de libro. En esas notas, Arango cita a Stiglitz, Romer, Rifkin, Delors o Thrun, y destaca ejemplos de otras geografías desde Dinamarca a California, o de Alemania a Carolina del Norte. Sirvan estas primeras referencias para entender el marco intelectual en que se encuadra el autor.

El horizonte de 2050 para este ejercicio de prospectiva de Asturias engarza con la agenda de reformas de la Unión para las próximas décadas, orientada a lograr un continente neutral en términos de emisiones de gases con efecto invernadero. De este modo, la fecha no es casual y el autor presenta una panoplia de reflexiones, reformas y anotaciones que nuestra región debiera enfrentar en ese camino. Y esa es, sin duda, la primera aportación de Arango que, con independencia de sus conclusiones, viene a exigir una discusión educada e informada sobre el futuro de Asturias, por encima de los quehaceres de cada día. Un debate con pocas voces públicas.

En el conjunto del documento se repasa la revisión de la estructura económica, especialmente los retos del sector industrial, pero también la modernización de los servicios, poniendo el foco en la labor de la Administración, cuyo trabajo puramente burocrático necesita una profunda modernización. Arango también se adentra en el debate sobre provisión de servicios públicos, sanidad y educación.

En todo caso, el papel presta especial atención al mundo rural, sus problemas y oportunidades, adelantando una posible tendencia que quizá se acelere en las próximas décadas: la relocalización de la población en el territorio. Sin duda, la presente crisis del coronavirus ha redoblado los incentivos para salir de las zonas más congestionadas, pero para que esta tendencia se desarrolle, es necesaria una mayor interconexión, no sólo física sino, sobre todo, digital.

El despliegue de la sociedad industrial desde finales del siglo XIX y el desarrollo de los servicios en el XX han configurado una red global de polos urbanos, con efectos evidentes sobre la distribución geográfica de la población. Sin embargo, el desarrollo de internet puede elevar la densidad de esa malla mundial, incorporando nuevos nodos, más allá de las grandes ciudades, que daría esperanza y futuro al mundo rural, ampliando el grado de libertad de los ciudadanos sobre sus decisiones de localización. Pese a que esta realidad se lleva abriendo paso algunas décadas, podríamos estar en un punto de inflexión, aunque para ello necesitamos también el respaldo del sector público.

El manuscrito de Arango concluye con una reivindicación generacional, una valoración sobre la aportación que su cohorte realizó a la modernización de España, pero más concretamente en Asturias. Los retos a los que se enfrentaba nuestra región a finales de los 70 no eran menos relevantes que los presentes y, aunque con enormes dificultades, lograron reformar Asturias y orientarla en la buena dirección. Ahora, el presidente de Asturias, Adrián Barbón, hace referencia continua a esos esfuerzos hercúleos de entonces y busca inspiración para el presente. Necesitamos profundizar en este debate público para asentar una visión amplia y compartida sobre nuestro futuro, y sobre cómo la Unión Europea puede ayudarnos.

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