15 Abr A propósito del «sofa gate»
Con el telón de fondo de las maniobras militares turcas llevadas a cabo en el Mediterráneo oriental, la represión desatada tras el fallido golpe de Estado de 2016, y el anuncio de la retirada de Turquía del Convenio de Estambul contra la violencia machista, los presidentes de la Comisión y el Consejo Europeo llegaban el pasado 6 de abril a Ankara para reunirse con el presidente Recepp Tayyip Erdoğan. Su cometido era lograr un compromiso para rebajar la tensión en el Mediterráneo y garantizar el respeto a los derechos humanos, incluidos, por supuesto, los de las mujeres.
Sin embargo, pese al calado de los temas a tratar, lo más destacado de este encuentro terminó siendo una cuestión protocolaria. Aunque eran tres los presidentes participantes en la cumbre -la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; el presidente del Consejo, Charles Michel; y el presidente turco, Erdogan-, en la sala en la que se celebraba el encuentro solo había dos sillones. En ellos se sentaron sin dudar Michel y Erdogan, lo que provocó la estupefacción de von der Leyen, manifestada a través de un “ehmm” al que ni el presidente del Consejo Europeo ni el de Turquía reaccionaron. De esta forma, la reunión dejó una estampa -la de ellos en los sillones y ella relegada a un sofá, el llamado “sofa gate”- que ha provocado malestar y numerosas reacciones entre los líderes y la opinión pública de la UE.
Por un lado, ha sido muy criticada la actitud del Ejecutivo turco por haber modificado el protocolo respecto a encuentros similares celebrados con anterioridad en los que los tres mandatarios eran hombres. Una clara acción machista contra la primera mujer presidenta de la Comisión Europea. Esta situación ha llevado al equipo de von der Leyen a pedir explicaciones a los servicios protocolarios del Gobierno de Turquía, y a líderes como el primer ministro italiano, Mario Draghi, a manifestarse con dureza contra Erdogan. Episodios como el de Ankara demuestran que, además de ser cuantitativamente muchas menos que los hombres, las mujeres en puestos de responsabilidad política siguen enfrentándose a dificultades añadidas por el mero hecho de serlo. Es fundamental seguir trabajando para normalizar plenamente la presencia de las mujeres en todos los espacios de toma de decisiones, y garantizar que su integridad es respetada sin excepciones.
Por otra parte, los líderes de los principales grupos políticos del Parlamento Europeo se han reunido a puerta cerrada con von der Leyen y Michel y han solicitado un debate con ambos presidentes sobre lo ocurrido en Ankara y las relaciones con Turquía en la próxima sesión plenaria, que se celebrará la última semana de mes. En los últimos días, Michel se ha convertido en el centro de las críticas. Si el objetivo de Erdogan era provocar a las instituciones europeas y evidenciar sus propias contradicciones, la actitud de Michel ha contribuido a que lo consiguiera. Además de la grave vulneración de los derechos de las mujeres, la imagen del “sofa gate” ha puesto en entredicho la igualdad en el peso de las instituciones europeas. Con el presidente del Consejo -institución intergubernamental- sentado en un sillón y la de la Comisión -institución comunitaria- en un sofá al margen, cabe la interpretación de que el rango del Ejecutivo comunitario es menor que el de los Gobiernos nacionales representados en el Consejo. Todo esto podría haberse evitado con facilidad si Michel no hubiera accedido a sentarse en el sillón al reparar en la ausencia de uno de los asientos para los mandatarios. Por si fuera poco, las disculpas del presidente del Consejo han llegado muy tarde y no han gozado de la contundencia que merecen las circunstancias. Cabe recordar, además, que resta poco más de un año para que finalice su mandato, cuya renovación ponen en entredicho situaciones como esta.
Las relaciones con un país como Turquía son, por cuestiones como su peso comercial y su situación geográfica, fundamentales para la Unión Europea. Sin embargo, estos intereses no deben prevalecer sobre el respeto a los derechos humanos que son, en definitiva, la máxima expresión de los valores europeos. Confío en que la discusión sobre este asunto que los miembros del Parlamento Europeo mantendremos en menos de dos semanas con von der Leyen y Michel sirva para esclarecer lo ocurrido y, sobre todo, para evitar que episodios de este tipo se repitan en el futuro. Están en juego imagen exterior de la Unión Europea y su rol como líder global en la defensa de los derechos humanos y la igualdad de género.
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