Boris Johnson, quizá el último PM del Reino “Unido”

Boris Johnson ha sido finalmente elegido líder del Partido Conservador, refrendado ampliamente por las bases su organización, y ha conformado nuevo gobierno, tras recibir el encargo de la Reina Isabel II, con el único propósito declarado de sacar al Reino Unido de la Unión Europea a 31 de octubre. La democracia británica tiene características envidiables pero la renovación periódica de sus primeros ministros a través de los congresos de los partidos, sin elecciones mediante, como ha ocurrido en los últimos años con John Mayor, Gordon Brown, Teresa May o el propio Johnson no es una de ellas. En todo caso, dejando a un lado estos debates sobre legitimidad democrática, la elección de Johnson es una muy mala noticia, especialmente para los propios británicos.

Johnson inició su carrera profesional como periodista en Bruselas. Las dificultades para ver publicados sus artículos en la prensa británica pronto lo orientó hacia el sensacionalismo, el amarillismo político precursor del actual populismo que recorre todas las democracias occidentales. Sus crónicas de los debates europeos se fueron haciendo cada vez más nacionalistas, más cínicas, donde la verdad se mezclaba con las invenciones, mostrando una ausencia absoluta de cualquier profesionalidad. Cuando la educación elitista se combina con una ambición desmesurada, sin escrúpulo alguno, en búsqueda del aplauso fácil se conforman personalidades muy peligrosas, como la del propio Johnson.

El nuevo Primer Ministro ha logrado la dirección del gobierno del Reino Unido tras una campaña de años de desgaste permanente sobre sus propios colegas. Primero Cameron, después May. Johnson no ha cejado en una campaña de erosión a los ejecutivos de su propio partido, incluso con su presencia desde los propios gabinetes, y finalmente ha logrado su objetivo. Alentando lo peor del espíritu humano ha llevado a su partido y ahora a su país hasta el precipicio. Con todo, hay que tener cuidado con lo que se desea.

El 31 de octubre finaliza la prórroga para cristalizar la salida del Reino Unido de la Unión. Johnson ha adelantado que desea renegociar las condiciones de salida y que, en ausencia de un acuerdo global, espera poder pactar cuestiones sectoriales que aminoren los costes del Brexit. La Unión Europea ha sido clara. El acuerdo ya está negociado y estamos a la espera de su aprobación por Westminster, con planes de contingencia diseñados ante el escenario de un Brexit duro; si bien, la nueva presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, se ha mostrado abierta a una nueva prórroga, bajo buenas razones dirigidas a facilitar la aprobación del actual pacto. Los propósitos de Boris Johnson están fuera de la negociación y la Unión jamás va a permitir la reconstrucción de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, que pondría en riesgo la paz alcanzada con los Acuerdos de Viernes Santo de 1998 en la región.

Por todo ello, Johnson deberá debatir de nuevo en Westminster la aprobación del actual acuerdo o bien la salida sin salvaguardia alguna. A la vista de las votaciones en el Parlamento británico en el pasado mayo, ambos escenarios parecen complicados aunque no debemos minusvalorar la capacidad del nuevo Primer Ministro para lograr una mayoría a favor de un Brexit duro, sin la cual probablemente veamos nuevas elecciones en el Reino Unido antes de final de año con una nueva prórroga que nos permita conocer la opinión real de los ciudadanos británicos, una vez que el Labour ya tiene una posición más nítida contra el Brexit, a la que habría que sumar la opinión de liberales y nacionalistas escoceses. Así pues, todo esta de nuevo sobre la mesa ante un desafío el Brexit, que más allá de sus efectos sobre la Unión, amenaza con hacer a Boris Johnson el último Primer Ministro del Reino “Unido”.

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