El último Debate sobre el Estado de la UE. El primer discurso de campaña

El curso político en Bruselas no se inicia realmente hasta la celebración del Debate sobre el Estado de la Unión a principios de septiembre. Ayer miércoles, día 13, asistimos en el hemiciclo de Estrasburgo a esta deliberación pública y plural sobre el momento que atraviesa Europa y sus perspectivas de futuro, si bien ya llevábamos tres semanas trabajando en los pasillos del parlamento. Además, en esta ocasión, estábamos ante el último Debate de esta naturaleza en esta legislatura, que situó el marco que nos llevará ya sin descanso hasta las elecciones del 9 de junio del próximo año. Veamos, pues.

Escribía el pasado 20 de julio en este periódico un artículo sobre la deriva del PP europeo, no ya sólo hacia la derecha, sino hacia un preocupante euroescepticismo, a cuenta de la tramitación de la ley de biodiversidad, aprovechada por el líder parlamentario democristiano Manfred Weber para ensayar una coalición entre su propio grupo y las extremas derechas como alternativa al diálogo entre las fuerzas europeístas que han venido sustentando la labor legislativa de la Unión, especialmente en lo relativo a la lucha contra el cambio climático y al fortalecimiento de una Europa más justa y social. Aquel intento fracasó, pero tal parece que Weber y la conservadora también presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen – contra la que también disparaba la estrategia fracasada de Weber-, hubieran encontrado el relato compartido con el que comparecer en los próximos comicios.

Pues bien, Von der Leyen, en una larga intervención bien iniciada, por cierto, haciendo referencia a los más jóvenes y a la igualdad de género, puso en valor lo realizado hasta el momento. Sin embargo, pronto se deslizó por una senda no solo extremadamente conservadora, sino también, poco liberal. El debate económico lo resolvió con pulsiones proteccionistas sin referencia alguna a los actuales desafíos planteados por la desaceleración de la actividad (recesión en Alemania), sin nuevas propuestas ante la inflación, y la nada en torno a la protección social de los más débiles. Ningún comentario tampoco en torno a la revisión de las reglas fiscales, la implementación de los fondos del Next Generation EU, o la discusión presupuestaria.

Por contra, tomó una idea del Partido Popular Europeo (PPE)para crear un Foro de Competitividad que evaluará todas las nuevas propuestas legislativas, sin definir tampoco qué entiende por tal concepto, siempre demasiado nebuloso para orientar políticas públicas. No me quiero detener demasiado en este asunto, pero la evaluación de la competitividad de las normas depende también, y mucho, de la internalización de una reflexión temporal sobre tales impactos. Una norma medioambiental, por ejemplo, puede elevar los costes a corto plazo, pero incrementar la productividad a medio si reduce la probabilidad de crisis que destruyan el valor creado durante todo el periodo previo en vigor. En fin, este anuncio no es más que propaganda que no resuelve, en modo alguno, el problema de fondo a resolver: cómo elevar la productividad de nuestra economía.

Pero, quizá, el asunto donde esa visión conservadora fue más acentuada estuvo en su exposición sobre cómo resolver las crisis migratorias a las que se enfrenta Europa desde hace ya unos años. Empezó bien afirmando que la solidaridad mostrada con Ucrania, que propone ampliar, debe replicarse también en África. Ahora bien, citó el reciente acuerdo migratorio con Túnez como un ejemplo a seguir, y propuso la celebración de un Congreso Internacional contra el tráfico de ser humanos. Sin duda, tales actividades ilícitas deben ser perseguidas y castigadas, dada la explotación de las necesidades humanas que representa, pero esta visión estrecha de la realidad olvida las causas reales de la migración ilegal, que no son otras que la pobreza en origen y la ausencia de canales formales para un fenómeno demográfico que es natural para el ser humano. Y frente ello apenas proponer más acuerdos como los de Turquía o aún peor el recientemente firmado con Túnez. Por su parte, el Nuevo Pacto de Migración y Asilo sigue bloqueado en el Consejo de la UE sin ideas solidarias por parte de la Comisión para sacarlo adelante.

Por último, Von der Leyen quiso apoyar la ampliación de la Unión hacia Ucrania, Moldavia, Georgia y los Balcanes. Bien. Pero las referencias al fortalecimiento de la Unión, no ya geográficamente, sino también institucionalmente fueron siempre condicionales y tanto difusas. La Unión no puede ser sólo un espacio de comercio y de libertades civiles, representando todo ello un gran avance para quienes viven aún fuera de nuestras fronteras. Europa es también un proyecto político y democrático, caracterizado por la economía social de mercado que meritoria nuevas propuestas económicas y sociales. La política de ampliación debe acompañarse con un fortalecimiento del marco institucional, si queremos preservar el proyecto político y social que es Europa.

Así pues, el debate ayer supuso el primer acto de una carrera electoral en la que Úrsula von der Leyen parece aspirar ya a liderar a los conservadores, después de cuatro años donde las ideas y las propuestas socialistas encontraron eco en la Comisión. Nos toca hacer lo propio a la izquierda para empujar una Unión social y una democracia robusta. Adelante.

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