
10 Ene Los ‘trumpistas’ europeos que amenazan la Unión – La Nueva España
Este artículo fue publicado originalmente en La Nueva España el 9 de enero de 2025.
El pasado martes Donald Trump comparecía ante la prensa desde su residencia de Florida para detallar algunos de sus propósitos, especialmente en el ámbito de la política exterior, para su nuevo mandato, que se inicia el próximo 20 de enero. Trump defendió la anexión de Canadá por parte de Estados Unidos, así como de Groenlandia, territorio actual del Reino de Dinamarca, y del canal de Panamá, no rechazando el uso de la fuerza si fuera necesario. Estas amenazas, que se unen a sus promesas sobre política arancelaria o migratoria, mientras Elon Musk apoya públicamente a los nazis de Alternativa por Alemania ante las próximas elecciones en el país germano y combate sin contemplaciones al gobierno laborista británico, así como las normas europeas sobre redes sociales, no parecen conformar la agenda aislacionista que algunos esperaban de la nueva Administración Trump. Pese a su grandilocuencia y necedad, no debiéramos, los europeos, interpretar tales palabras como mera retórica. No lo son. Y como tal, deberíamos preparar nuestra propia estrategia. Dejemos de tratar a Trump sólo como un charlatán. Es la mayor amenaza para la democracia y el bienestar en el mundo.
Ahora bien, cuando uno mira a Europa, debemos preguntarnos si estamos o no en condiciones de responder adecuadamente. En el Parlamento Europeo los tres grupos a la derecha del Partido Popular representan más de un cuarto de la cámara, lo que potencialmente unidos al grupo parlamentario democristiano les otorga una mayoría derechista, que sería aún más holgada si contamos también a los liberales de Renew, donde empieza a haber un peso notable de euroescépticos. Esa mayoría se ha utilizado ya en estos primeros seis meses de mandato, tanto en textos legislativos como en informes de opinión, y si bien esa mayoría no está perfectamente armada ni es sistemática en cada votación, su capacidad de daño al proyecto europeo, que necesita como nunca fortalecerse, es muy notable.
«Durante un tiempo, la amenaza de Trump ayudó a solidificar Europa; hoy, hay demasiados ‘trumpistas’ en su seno como para condicionar su futuro»
Si miramos al Consejo la situación no es mejor. Los partidos euroescépticos, o incluso euro-hostiles en algunos casos, lideran los gobiernos de Hungría, Chequia, Eslovaquia e Italia, están presentes en los ejecutivos de Países Bajos, Finlandia y podrían liderar ahora también Austria. En Francia, el parlamento se divide en tres bloques, izquierda, centro-derecha y extrema derecha, y continúa en una crisis institucional cuya salida es impredecible. En Alemania hay comicios en febrero y lo único que parece claro es que los socialdemócratas dejarán la Cancillería, quedando en manos progresistas exclusivamente los gobiernos de Dinamarca, Malta y España, a la espera de la repetición electoral de Rumania, bloqueada tras las interferencias rusas en la primera vuelta. Y como reflejo de este reparto del poder en las capitales europeas, la nueva Comisión apenas tiene cuatro comisarios socialdemócratas. De este modo, no sólo registramos un respaldo creciente a las fuerzas reaccionarias, sino que la izquierda se viene debilitando desde hace ya algunos años, mientras el PP tampoco logra mejorar sus resultados sensiblemente, y se debate entre conformar alianzas a su derecha, como estamos viendo en Italia, por ejemplo, o buscar la centralidad y mayorías puntuales con los socialistas, como en Portugal, mientras en la Unión aún no sabemos cómo evolucionará la legislatura.
Durante un tiempo, Trump fue una amenaza que ayudó a solidificar el proyecto europeísta. En estos momentos, hay ya demasiados «trumpistas» en el seno de Europa con un poder suficiente para condicionar el futuro de la Unión y transmutar nuestra democracia continental en otro modelo bien distinto. Una alternativa basada exclusivamente en un mercado compartido controlado desde las distintas capitales, sin pilar social común alguno para garantizar su disolución en manos estatales, pervirtiendo no sólo la democracia sino el modelo social europeo alentado por socialdemócratas y democristianos, éstos últimos ahora ante la disyuntiva de repetir la peor parte de la historia del continente y aunar, o no, fuerzas con la derecha extrema.
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