Luis Martínez Noval

Hace un par de semanas se celebró en Oviedo un justo homenaje a Luis Martínez Noval, secretario general de la Federación Socialista Asturiana (1988-90) y ministro de Trabajo y Seguridad Social (1990-93) en los gobiernos de Felipe González, entre otras muchas responsabilidades. Mis quehaceres en Bruselas me impidieron acompañar físicamente a mis compañeros y a su familia en ese emotivo acto, aunque pude verlo después a través de la grabación que alguno de los amigos presentes me envió puntualmente. En primer lugar, querría agradecer y felicitar a la propia FSA y a la Fundación José Barreiro por la organización de tan merecido reconocimiento. Y hacerlo además en un momento también adecuado, diez años después de su despedida, lo que permite una cierta distancia para observar con detenimiento su perfil y su legado con mayor perspectiva y profundidad.

Luis Martínez Noval entronca con una secular estirpe asturiana de economistas políticos. En mi juventud, casi siempre camino de la FSA, atravesaba a menudo los jardines de Llamaquique y solía detenerme en el monumento a los hacendistas asturianos. Desde Alonso de Quintanilla hasta Alejando Mon y Menéndez, pasando por Campomanes, Jovellanos, Flórez Estrada o Canga Argüelles, esa roca clavada junto al centro administrativo del Estado y de la Administración autonómica traza una línea genealógica de pensamiento económico que cruza también el siglo XX hasta llegar al presente, y donde Luis Martínez Noval representa un eslabón central. Una cadena, la de los economistas políticos, que se entrecruza, en el caso de Luis, con la tradición socialista regional, que hunde sus raíces en el último cuarto del siglo XIX y que protagoniza la historia de nuestra Asturias desde entonces. Luis Martínez Noval se encontraba, pues, en el corazón de dos grandes corrientes intelectuales y políticas de Asturias, con la ambición también de influir y afectar a las decisiones del Estado en un momento especialmente delicado para la historia de Asturias.

Inició Luis, su trayectoria profesional en ese grupito de economistas que nucleaba Sadei, la Cámara de Comercio de Oviedo, y los prolegómenos de la Facultad de Economía de la Universidad de Oviedo, donde ejerció como profesor asociado, denominados entonces “penenes”. Pero, pronto, la tensión política le llevó a orillar la carrera exclusivamente académica, y se acabó inclinando por las incertidumbres y los riesgos del compromiso político. Así, con apenas 34 años, en 1982, ganó un escaño en el Congreso de los Diputados, que mantuvo durante casi dos décadas hasta el año 2001, tras asumir una difícil sesión de investidura de José María Aznar meses antes, tras la dimisión de Joaquín Almunia, en aquella fatal noche electoral del 12 de marzo que muchos aún guardamos en nuestra memoria. En esos casi veinte años, Martínez Noval lo hizo casi todo: diputado, portavoz parlamentario, ministro, secretario general. Y en todas sus misiones, su estilo siempre fue fiel a sí mismo: sereno, prudente pero también firme, recio. Y, además, generoso. Muy alejado, por otra parte, de la política espectáculo o de los políticos “tertulianos”. El poso y la gravitas intelectual siempre le acompañó en cada fase de su vida, y nos deja un ejemplo y un espejo en el que mirarnos los que de un modo u otro venimos detrás.

Conocí a Luis Martínez Noval en mis primeros años de militancia en Juventudes Socialistas. Él ya había sido ministro y lideraba entonces la Federación Socialista Asturiana en momentos convulsos, en esa segunda mitad de la década de los noventa donde el partido iba perdiendo la hegemonía previa en todo el país y donde todos compartíamos cierta incertidumbre sobre lo que debíamos hacer o no para recuperar nuestro peso. En aquellos años, en Juventudes Socialistas teníamos posiciones no siempre idénticas al partido, pero en ello está también la razón de ser de la centenaria organización juvenil. Recuerdo algunas reuniones en la FSA. Poquitas, porque yo estaba en la última fila de todo aquello. Pero su sola presencia otorgaba a un simple saludo una ceremonia laica que impresionaba profundamente a quienes andábamos por allí, iniciando un compromiso político. Poco después, me iría a Madrid a seguir estudiando y Luis Martinez Noval legó el testigo a Javier Fernández en la FSA y pasó al Tribunal de Cuentas.

Coincidimos de nuevo hacia 2004, cuando él avanzaba en su tesis doctoral sobre el sistema de pensiones, cuya copia editada guardo en mi biblioteca, y yo apuraba mi tesina pre-doctoral sobre el azar y los salarios. Ambos leímos nuestros estudios preliminares en la misma mañana en alguna sala de la Facultad de Economía de Oviedo, donde él completó sus estudios hasta lograr el doctorado, un objetivo pospuesto en mi caso hasta nuevo aviso. Seguí con atención su discurso centrado en la defensa de los sistemas públicos de pensiones, como siempre atacados desde posiciones neoliberales. Iniciaba así una fase de su vida centrada exclusivamente en el debate político, pero ya desde posiciones esencialmente académicas, confrontando ideas y proyectos, especialmente tras la crisis financiera y fiscal de finales de esa primera década del siglo. Desde una nueva web, “Fabianos hoy”, y rodeado de su equipo de amigos economistas y políticos, como Jesús Arango o Francisco González de Lena, relanzaron la discusión doctrinal en la socialdemocracia de nuestro país, y en ello pude colaborar con alguna columna en su plataforma de debate.

Su legado y su magisterio nos acompañan.

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