No nos representan

La crisis económica y social que golpeó a España a partir de 2007-08 tuvo un impacto directo sobre el sistema de partidos con la emersión de nuevas formaciones y la fragmentación del electorado que llega hasta la actualidad. Aún no sabemos si la realidad del presente se va a cronificar o si observaremos algún tipo de agrupamiento de los electores, pero si es evidente que esa reformulación del sistema se sustentó en una serie de críticas al modelo democrático que el país adoptó tras la ratificación de la Constitución que a todas luces se están revisando. Un ejemplo de ello es el texto que la dirección de Podemos ha presentado para su futura Asamblea, pero también la ambivalencia de la posición de Ciudadanos sobre el sistema electoral. Veamos.

Uno de los lemas del 15M que alimentó la emersión de esa “nueva política” se asentó sobre ese: “no nos representan”. Más allá de las críticas a la actuación de unos políticos concretos en aquellos años, se instaló la percepción de que el sistema electoral no recogía adecuadamente las preferencias de la ciudadanía. Por una parte, se defendía que el modelo actual sobre-representaba a los nacionalismos periféricos y, por otra, que no daba espacio a terceros partidos de ámbito nacional. Por ello, se apostaba por la ruptura de la provincia como circunscripción básica para pasar a un modelo proporcional puro. Pues bien, sin entrar a valorar directamente la posibilidad de reforma del sistema electoral, sobre lo que me extendí en mi libro “Una alternativa progresista” (Deusto, 2013), creo que ya es el momento de desmentir ambos malentendidos.

En primer lugar, en las últimas elecciones generales, ERC, PdCat, PNV, Bildu y CC-NC obtuvieron, respectivamente, un porcentaje de voto del 3,7; 2,2; 1,6;1,2 y 0,5 por ciento. Éstos votos se tradujeron en porcentaje de diputados al Congreso, en el mismo orden, del 3,7; 2,3; 1,7; 1,4 y 0,5 por ciento. No parece que se observe una sobre-representación acentuada de estos partidos, cuyo porcentaje de votos y diputados se mantiene igualada, algo en cualquier caso difícil al tratar con números pequeños con gran volatilidad en el cálculo de los porcentajes. El lector interesado puede repasar la serie histórica de resultados, pero le adelanto que la divergencia entre votos y escaños de estos partidos mantiene la misma línea desde el inicio de la Democracia. Es decir, el sistema electoral es muy proporcional con sus votos.

En segundo lugar, es cierto que el sistema electoral premia a los grandes partidos (no a los localistas), a costa de los partidos medianos, es decir, no es proporcional. Con todo, el sistema tampoco minoriza radicalmente su representación en el Congreso. Por ejemplo, VOX obtuvo el 15 por ciento de los votos en las últimas elecciones y el mismo porcentaje de diputados. En el mismo sentido, cuando Podemos o Ciudadanos se situaron en torno ese porcentaje de apoyo lograron grupos parlamentarios alienados con su apoyo proporcional. En las elecciones de abril del pasado año, Ciudadanos tradujo su 16 por ciento de los votos en el mismo porcentaje de diputados, y Podemos su 14 por ciento de sufragios en un 12 por ciento de escaños, aunque la diferencia fue aún menor en los comicios de 2016 y 2015. De este modo, la desproporcionalidad del sistema electoral en contra de los partidos medianos no resulta dramática.

Ahora bien, quien defiende un sistema proporcional puro quizá está persiguiendo un objetivo con los instrumentos erróneos. En virtud de esa proporcionalidad exacta, los electores tendrían que votar una lista con 350 nombres y una buena parte de suplentes. De momento, imagínese una papeleta de tales proporciones. Lo peor, en cualquier caso, sería la imposibilidad de lograr una identificación de los electores con una lista infinita de nombres, donde más allá de los primeros, muy probablemente serían candidatos cuyo arraigo electoral sería muy complejo. Piense el lector en la lista de candidatos en las elecciones autonómicas en Asturias por la circunscripción central con 36 nombres. ¿Sería usted capaz de recordar, si quiera, los diez primeros de los principales partidos políticos?

La política, en nuestro país y en todo Occidente está atravesando una dura crisis y los problemas de confianza son evidentes. Comparto, pues, el fondo de ese lema “no nos representan”. Sin embargo, un sistema proporcional puro haría aún más difícil la identificación de los electores con los candidatos y la ruptura entre unos y otros sería aún mayor. Quizá haya otras reformas más plausibles que mejoren la calidad de la representación, pero ese debate tiene menos que ver con la proporcionalidad. Continuará.

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