Nuevo Gobierno en Italia

Italia tiene nuevo Gobierno y el país suma ya 66 Ejecutivos en los últimos 75 años. Esta cifra ejemplifica a las claras los problemas de inestabilidad política del país transalpino desde el final de la II Guerra Mundial. Este cambio sucede, por otra parte, en un momento delicado, no sólo por la gestión de la pandemia, sino también por la implementación de los fondos europeos, por primera vez obtenidos mediante la emisión de deuda comunitaria en los mercados financieros. Este ejercicio debe ser un éxito. Están en juego tanto la reactivación de la economía europea tras esta profunda recesión, como la apertura de un debate político para establecer un mecanismo permanente gestión fiscal de los ciclos económicos en la eurozona. Este mecanismo convertiría en fija la emisión de deuda comunitaria en los mercados financieros -prevista actualmente como algo temporal para dar respuesta a la presente crisis- y completaría el diseño institucional de la unión monetaria europea.

La crisis política italiana que ha terminado en el nombramiento del expresidente del BCE Mario Draghi como nuevo primer ministro se inició el pasado mes de enero, tras la retirada del apoyo al ejecutivo de Giuseppe Conte del pequeño grupo parlamentario Italia Viva, liderado por el antiguo primer ministro Matteo Renzi, desgajado del Partido Democrático en los últimos tiempos. Ciertamente, no acabo de encontrar la motivación política para ese movimiento que ha desestabilizado a Italia sin razones de fondo aparentes. Renzi ha motivado su operación en una supuesta insatisfacción con la gestión del ejecutivo de Conte de las ayudas europeas, pero yo no veo otra cosa que ciertas vendettas con sus antiguos compañeros de partido. El Gobierno Conte, aún con las dificultades de aunar las voluntades de los socialdemócratas italianos del PD y los grillinos de Cinco Estrellas, había funcionado razonablemente bien y había conducido a Italia en unos tiempos muy inestables. En todo caso, Renzi retiró su respaldo y Conte no encontró un espacio alternativo que le permitiera mantenerse en el gobierno.

El resultado final, en todo caso, tiene, al menos, dos valoraciones. La primera de ellas apunta hacia la personalidad y el bagaje profesional del nuevo primer ministro, Mario Draghi. Poco se puede añadir a su audaz gestión del BCE durante los últimos años, en los que su institución, muchas veces en solitario, mantuvo unida y a flote la eurozona. Sus habilidades políticas son incuestionables y, sin duda, podemos esperar una gestión eficiente de los fondos europeos. Sin embargo, esas capacidades extraordinarias para conducir un banco central no son exactamente las mismas que las necesarias para actuar en la arena política. El mismo Draghi deslindaba claramente esas responsabilidades en sus comparecencias parlamentarias durante su mandato como máximo responsable del BCE, y ahora deberá emplearse a fondo en sus nuevas ocupaciones.

En todo caso, este cambio de gobierno ofrece otras miradas menos positivas. Por una parte, el nuevo ejecutivo cuenta con el apoyo no sólo del PD o de Cinco Estrellas, sino que cuenta también con miembros de la ultraderechista Liga de Matteo Salvini y del partidoForza Italia, presidido por Silvio Berlusconi.  De este modo, el ejecutivo se ha deslizado claramente hacia la derecha. Por otra parte, estos cambios de gobierno sin elecciones mediante, apoyados por amplios acuerdos parlamentarios y liderados por supuestos técnicos, dejan la oposición en manos de las fuerzas más extremas, como Fratelli d’Italia, lo que supone una amenaza en el medio plazo.

Además, y ya a título individual, lamento la salida del ejecutivo del titular de Economía del Gobierno Conte, Roberto Gualtieri, quien ocupaba, antes de su llegada a Roma para ser ministro, la presidencia del Comité de Asuntos Económicos y Monetarios en el Parlamento Europeo. Gualteri era uno de los mejores diputados en la Cámara, con un conocimiento profundo de todos los dosieres y unas habilidades negociadoras extraordinarias.  Desde su entrada en el ejecutivo italiano, más allá de desplegar sólidas políticas de apoyo durante la pandemia, jugó un papel esencial en la construcción del consenso político para poner en planta el fondo de recuperación de la UE, Next Generation EU. Sirva esta pequeña columna como tributo personal a un político y académico que ha sido fundamental en mi propio desarrollo como diputado en esta casa.

En fin, deseándole suerte a Mario Draghi, quiero confiar en que este experimento en el que se ha embarcado ayudará a modernizar Italia y fortalecer aún más a la Unión Europea. Veremos.

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