Otra vez Italia, y en el peor momento

Mario Draghi presentó el pasado jueves su dimisión como primer ministro de Italia. Lo hizo aun tras haber superado la moción de confianza en el Parlamento, pero en una votación con la ausencia de algunos de los grupos políticos que habían sostenido su Gobierno en los últimos diecisiete meses. El país queda ahora a la espera de unas futuras elecciones legislativas a finales de septiembre que deberán reconfigurar las cámaras para investir a un nuevo jefe del Ejecutivo.

Destaca, en el periplo de los últimos días, la vendetta de Forza Italia, después de que el Partido Popular Europeo (PPE) hubiera prometido defender a Draghi. Promesa incumplida: la formación italiana integrada en el PPE se ha alineado finalmente con la extrema derecha de los Hermanos de Italia y la Liga para tumbar a este Gobierno de gran coalición, cabe pensar que porque esperan conformar conjuntamente un nuevo ejecutivo en solitario tras los comicios. Confío en que la ciudadanía italiana tome buena nota de su irresponsabilidad porque todo esto no ha podido suceder en peor momento.

Por una parte, Italia está aplicando el plan nacional de recuperación y resiliencia, documento que guía la utilización de los fondos Next Generation EU, que debería revisarse ahora a la vista de la crisis energética en el marco del nuevo programa europeo RePowerEU. Pero esta adaptación pasa por reciclar la parte de créditos que Italia había solicitado ya, siendo ahora menos flexible a esa adaptación. Por ejemplo, España aún no había solicitado el componente de liquidez, y puede ahora reajustarlo más fácilmente.

Por otra, la Comisión Europea presentará en septiembre una hoja de ruta para la revisión de las reglas fiscales. Este debate apenas se ha iniciado, y la opinión de Italia resulta crucial. Su nivel de deuda lo sitúa en la franja más sensible a cambios en el entorno económico y la autoridad de Mario Draghi en el Consejo Europeo hubiera ayudado, y mucho, a conducir esta discusión hacia posiciones más razonables y flexibles.

Por último, y en relación con el punto previo, el talón de Aquiles de la economía italiana sigue siendo su abultada deuda pública. En este sentido, la reversión de la orientación de la política monetaria representa un serio riesgo, no ya sólo para la propia Italia, sino también para el conjunto de la zona euro. De momento, el Banco Central Europeo presentó el pasado jueves su nuevo instrumento anti-fragmentación, es decir, la herramienta para contener un aumento diferencial de las primas de riesgo entre Estados. Este movimiento constituye un paso en la buena dirección para evitar nuevas crisis de deuda soberana en el marco de una normalización monetaria que acabará endureciéndose más para combatir la inflación. Ahora bien, no es lo mismo luchar contra los diferenciales de las primas de riesgo en un marco deflacionario que en un entorno inflacionista, especialmente si los Estados más endeudados son aquellos donde históricamente las inflaciones han sido más persistentes. De momento, la naturaleza de oferta de la actual inflación está subiendo los precios con más brío en los países con mayor exposición comercial a Rusia. Sin embargo, si el aumento de los costes energéticos se internaliza en el proceso de formación de precios en los países más inflacionarios, ese instrumento anti-fragmentación tendrá una difícil operativa.

En fin, toda la suerte para el Partido Democrático italiano, fuerza europeísta que garantizaría seriedad y estabilidad en el país, ante esos inminentes comicios. Su suerte será la de los propios italianos y el conjunto de la Unión Europea.

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