Una nueva Comisión que debe empezar con el acero

Este artículo fue publicado originalmente en el diario La Nueva España, el 28 de noviembre de 2024.

Debo reconocerles que inicio las líneas de este nuevo artículo con una mezcla de alivio y de preocupación. Si ustedes son asiduos de esta columna, habrán comprobado que desde el pasado mes de septiembre han sido constantes las referencias al estado que atravesaban las negociaciones para la conformación de la nueva Comisión Europea o, lo que es lo mismo, el Ejecutivo comunitario. Esas referencias eran fruto de las incesantes negociaciones, conversaciones y, también, especulaciones, que se han sucedido en Bruselas en este tiempo y que, por momentos, nos hicieron pensar que, quizás, el proceso de confirmación de esta nueva Comisión podía ser fallido. Afortunadamente, no ha sido así, y esa es la razón de mi alivio. Ayer, el Parlamento Europeo daba su plácet al colegio de comisarios propuesto por Ursula von der Leyen y tendremos, pues, un gobierno europeo operativo desde el próximo 1 de diciembre con el que empezar a dar respuesta cuanto antes a los muchos retos que se nos presentan.

Hay, no obstante, varias cuestiones respecto al resultado de esta votación sobre las que es pertinente detenerse, y que son el origen de la preocupación a la que antes aludía. En primer lugar, no debe pasarse por alto que la mayoría recabada por la llamada ‘Comisión von der Leyen 2.0’ es la menor desde que se aplica este procedimiento de confirmación, tanto en votos favorables totales (370) como en porcentaje (54 por ciento). Es, incluso, menor que la propia aprobación de von der Leyen como presidenta de la Comisión el pasado mes de julio, cuando sumó 401 votos favorables. La explicación de este descenso tan pronunciado en escasas semanas no es otro que la irresponsable estrategia liderada por el Partido Popular Europeo para introducir a los grupos de ultraderecha en la mayoría pro-europea (como si tal cosa fuera posible), estrategia que sólo ha traído consigo división en el Parlamento y debilidad de origen para la nueva Comisión. Así, del grupo de Conservadores y Reformistas donde se integran los ultras ‘Ley y Justicia’ polacos o los ‘Hermanos de Italia’ de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, sólo estos últimos han respaldado a la Comisión, como forma de proteger a su candidato. A cambio, la nueva Comisión ha perdido el apoyo de algunos diputados de Los Verdes quienes, en julio pasado, votaron en masa a favor de la investidura de von der Leyen.

«Ni el tacticismo ni la frivolidad deben protagonizar la actual legislatura. La Unión Europea se enfrenta a desafíos existenciales y, por ello, los socialistas dimos ayer un ‘sí’ mayoritario al nuevo gobierno europeo»

La segunda reflexión sobre el resultado de la votación de ayer es el papel ejercido por el Partido Popular español, materializado en su rechazo a la nueva Comisión. Los 21 votos en contra de los ‘populares’ españoles son el corolario a dos semanas de actuación política errática, tacticista y, en definitiva, en contra del mejor interés de europeos y españoles. Una actuación que tuvo su momento más bajo en la campaña liderada contra Teresa Ribera, -para incredulidad de medios de comunicación europeos y, finalmente, de sus propios compañeros de partido-, y que ayer se completó con ese voto en contra a una Comisión liderada por un miembro de su partido.

Pero, mucho más grave que la derivada partidista interna que esta decisión tiene, es aquello que el PP español puso en riesgo ayer: la posibilidad de contar con una Comisión que, cuanto antes, trabaje en defensa de los intereses de la Unión. Y esto, como he dicho en alguna ocasión, no es retórica.

El pasado martes conocíamos la decisión de la empresa ArcelorMittal de paralizar varias de sus inversiones en plantas europeas -entre ellas, la de Gijón-, en un contexto de competencia desleal de terceras jurisdicciones y, en general, falta de competitividad. La industria siderúrgica europea en su conjunto, patronal y sindicatos, está reclamando medidas inmediatas con las que hacer frente a una situación dramática, y sólo la Comisión tiene el mandato y la capacidad para hacerlo. De ella depende imponer de manera efectiva las sanciones previstas a Rusia que afectan al sector del acero por su guerra ilegal en Ucrania; o endurecer su política comercial con China, que inunda el mercado europeo de acero barato. Son cuestiones como esta, fácilmente replicables en otros sectores económicos, contra lo que votó ayer el PP español, compartiendo decisión con partidos extremistas y subordinando su propia razón de ser como fuerza pro-europea a unos supuestos intereses electorales nacionales.

Ni el tacticismo ni la frivolidad deben protagonizar la actual legislatura europea. La Unión se enfrenta a desafíos que en muchos casos son existenciales y, conscientes de ello, los socialistas dimos ayer un ‘sí’ mayoritario al nuevo gobierno europeo, y seguiremos comprometidos con trabajar en pro de las políticas que salvaguarden la identidad y los valores de nuestro proyecto compartido.

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