Artículo publicado en mi sección quincenal “Tarjeta Azul” de La Nueva España el 9 de noviembre de 2017 El diseño institucional de la Unión Europea no resulta muy sencillo y esa complejidad dificulta la rendición de cuentas. El Consejo Europeo, el Consejo, el Ecofin, el Eurogrupo, la Comisión, el Parlamento, el Comité de las Regiones, el Comité Económico y Social o el Tribunal de Justicia de la Unión son sólo algunos nombres de instituciones cuyas opiniones o decisiones se asignan a “Europa” o a la “Unión Europea” en los titulares de los periódicos. Si todo lo que impulsan lo hacen en nombre de Europa y, en muchos casos, con opiniones divergentes pueden generar una confusión notable, si no somos capaces de saber qué hay detrás de esa “Europa” de las noticias. El ciudadano no acaba de conocer quién es responsable de qué y por lo tanto, no puede premiar o castigar a unos o a otros en las distintas convocatorias electorales con una panorámica clara. En fin, más allá de esta reflexión general, en estos momentos se está discutiendo la elección del futuro presidente del Eurogrupo, que debe sustituir en enero al holandés Dijsselbloem, cuya gestión, incluidas sus lamentables declaraciones sobre los países mediterráneos, ha sido, cuando menos, decepcionante, teniendo en cuenta además su adscripción partidaria a la familia socialista.