Artículo publicado en "La Nueva España" el 23/6/2016 En estos momentos el Reino Unido está decidiendo su continuidad en la Unión Europea bajo un nuevo marco, negociado por los Estados miembros, con relevantes cambios que exigen, por cierto, un trámite legislativo y el concurso del Parlamento Europeo. Parece que el resultado podría ser una victoria del “sí”, pero no debemos ocultar que las encuestas han virado tras el execrable asesinato de la joven diputada laborista Jo Cox, que trabajó durante años en el Parlamento Europeo como asesora. Quizá ese crimen haya ayudado a reflexionar a los ciudadanos británicos sobre la verdadera naturaleza de las decisiones políticas, abriendo el espacio público a un debate más sereno, lejos de los radicalismos y populismos, y acercando a los electores a una realidad compleja que a menudo se ensombrece entre discursos y palabrería. Por otra parte, el domingo España votará por segunda vez, en apenas seis meses, en unos comicios legislativos, que deberán conforman un Congreso (también el Senado) cuya primera misión se centrará en la elección de un presidente. En otra ocasión, escribiré sobre cómo nuestro sistema parlamentario se ha transmutado en un esquema presidencialista sin los contrapesos necesarios, quedándonos con lo peor de los dos modelos: un Presidente con mayor poder que en las democracias parlamentarias y un Legislativo con menor influencia que en los presidenciales. En todo caso, tras las elecciones, de nuevo, tendremos un Congreso fragmentado que necesitará de los acuerdos que no se han alcanzado en los últimos meses.