06 Jul De Kolh y Veil a los retos del presente
Artículo publicado en mi sección quincenal “Tarjeta Azul” de La Nueva España el 6 de julio de 2017
El sábado 1 de julio de 2017, Europa despedía a Helmut Kohl. La ceremonia se celebró en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo, capital de Alsacia, una región siempre en disputa en cada una de las contiendas bélicas entre Alemania y Francia en los siglos pasados, y hoy una bonita ciudad cruzada por canales a la que acudimos una semana al mes para celebrar las sesiones plenarias, en jornadas maratonianas con multitud de reuniones que se superponen, y donde además tiene su sede también el Consejo de Europa (no confundir con el Consejo Europeo) y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
El funeral ha tenido una fuerte dosis simbólica en pos del proyecto europeo. La despedida del ex-canciller alemán en la casa de la “soberanía popular europea” en suelo francés en un féretro cubierto por la bandera azul de estrellas ha recorrido las televisiones y periódicos de todo el mundo, con la presencia de mandatarios europeos e internacionales coetáneos a Kohl y contemporáneos, en lo que ha sido el primer funeral de Estado de la Unión.
La caída del muro de Berlín, la reunificación alemana, la ampliación de la Unión al este, la entrada de España y Portugal en la Unión Europa o la puesta en marcha del euro. Todas fueron cuestiones en las que Helmut Kohl tuvo un protagonismo indiscutible, y contribuyeron a la reconciliación geográfica y sentimental en Europa y a su integración.
Además, el martes de esta misma semana, el Parlamento rendía también homenaje a Simone Veil, la primera presidenta de una cámara europea elegida directamente por la ciudadanía, una mujer francesa y judía, internada en el campo de exterminio de Auschwitz durante la II Guerra Mundial, que se entregó después a la batalla política por una Europa libre y unida y al pleno reconocimiento de la igualdad de género.
El azar ha venido a unir el homenaje a dos personas que con distintas procedencias, trayectorias y sensibilidades políticas, han trabajado toda su vida en pos de la fraternidad europea. Ambas ceremonias en el Parlamento se cerraron con el Himno de la Alegría, el himno de Europa, que nos recuerda que más allá de los debates nacionales y políticos, incluso de las disputas sobre el actual proyecto europeo, Europa representa una unidad cultural, un acervo de valores, principios y derechos que ha transitado por la historia con aciertos y desaciertos, y que se enfrenta ahora al reto de construir una unidad política.
Cada generación tiene sus anhelos, como el de mi joven paisana Anabel Montes, voluntaria ejemplar dedicada al socorro de las personas varadas en alta mar y que buscan en el viejo continente un futuro mejor.
Sin duda, la nueva savia de políticos europeos debemos encontrar aquellas aspiraciones que anclen a los ciudadanos con el proyecto europeo, sin olvidar la obra de personas que como Kohl y Veil supieron vencer los peores demonios europeos en favor de un proyecto mayor en el que hacer buena la frase del gigantón alemán: “Europa es nuestro futuro, Europa es nuestro destino”.
No Comments