Negociando los Presupuestos, protegiendo el legado de Morán

Ayer fallecía el artífice de la entrada de España en la entonces Comunidad Económica europea, Fernando Morán. No puedo iniciar esta columna quincenal sin recordar su legado, su trabajo y su compromiso. Él como nadie representaba a ese alto funcionariado del Estado que logró mantenerse a flote durante la dictadura, sin ceder, ni moverse de su esquema de valores, y aportando la experiencia del viajero a aquella España en blanco y negro, un aire fresco vital que tanto necesitaba un país cerrado sobre sí mismo como el nuestro. Y lo hizo también con un compromiso político nítido, siempre desde la izquierda, en defensa de la democracia y del camino hacia Europa, que representaba entonces todo lo que ansiábamos sobre esta vieja piel de toro. Como Ministro de Exteriores negoció y firmó la adhesión de España a la Unión, y sólo por eso tiene un espacio proprio y para siempre en la historia de nuestro país. Muchos nos sentimos en deuda, y continuamos trabajando por la senda que nos marcó.

Bajo esa mirada, el Parlamento mantiene la presión en la negociación de Marco Financiero Plurianual, que se está desarrollando en estos momentos, exactamente mientras el lector lee estas líneas. Como en cada país, la Unión tiene unos presupuestos anuales, pero esas cuentas de cada ejercicio se deben enmarcar en un plan s siete años, que de coherencia en el tiempo a la acción de las instituciones comunitarias.

Pues bien, los gobiernos de los Estados miembros, los que ponen los recursos para la Unión, en la medida que los ingresos propios son aún muy reducidos (aduanas, impuestos al consumo, etc.) están debatiendo cuánto dinero dispondremos para el periodo 2021-27, mientras la ciudadanía europea exige cada vez más respuestas comunes a los retos de la digitalización de la economía, la gestión común de las fronteras, el impulso a la innovación o la mejora de la capacidad geo-estratégica de Europa. No podremos hacer más, con menos, y parece que estamos en esa encrucijada.

En el periodo que ahora termina, 2014-20, la Unión dispuso de un 1,16 por ciento del PIB comunitario para desplegar sus políticas agrícolas y pesqueras, la política de cohesión, los programas de investigación e innovación o las educativas, de la mano del Erasmus+. Sin, embargo, en estos momentos y descontando el efecto de la salida del Reino Unido, Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, la institución que aglutina a los jefes de gobierno de los 27, se ha descolgado con una propuesta tan raquítica como el 1,074 por ciento del PIB, lo que supondría notables recortes en las políticas tradicionales de la Unión. Obviamente esta propuesta está muy lejos de los objetivos del gobierno de Pedro Sánchez en España y de otros países que se han comprometido a presionar hasta el final antes de aceptar esta proposición, mientras los Estados nórdicos plantean aún reducciones adicionales. En fin, un disparate.

Por su parte, el Parlamento ha exigido un presupuesto del 1,3 por ciento del PIB, con el apoyo de todos los grupos políticos europeítas, y nos hemos mostrado, obviamente, dispuestos a negociar, pero sobre unos parámetros bien distintos.

Quedamos, pues, a la espera de esas negociaciones de los gobiernos, que tendrán que tener el visto bueno posterior del Parlamento. O no.

El legado de Fernando Morán está en juego cada día.

 

 

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