Reflexiones europeístas ante el 23-J

reflexiones-europeistas-ante-el-23-jLa pasada semana se celebraba en el pleno del Parlamento una votación clave para la definición de las estrategias políticas de la derecha europea y, por ende, con impacto directo sobre las vías de integración en el inmediato futuro de nuestra Unión.

A cuenta de la tramitación de la ley de Restauración de la Naturaleza, liderada por mi colega eurodiputado socialista César Luena, el Partido Popular decidió dinamitar el ámbito de conversaciones con el conjunto de las fuerzas europeístas (socialistas, liberales, verdes y, hasta ahora, populares), apostando por consolidar una mayoría reaccionaria y euroescéptica. Así pues, el presidente del grupo parlamentario del PP, Manfred Webber, con esa ley ambiental como disculpa, intentó cuajar una mayoría alternativa que pudiera impulsar una profunda revisión del rumbo de la Unión, no sólo para lo que queda de legislatura, sino también de cara al futuro.

Esa potencial mayoría estaba conformada, además de por el Partido Popular, por el grupo parlamentario de Conservadores y Reformistas (que acomoda a VOX, al partido polaco Ley y Justicia, o a los “Hermanos de Italia” de Giorgia Meloni), Identidad y Democracia (conformado por el partido de Marine Le Pen, Matteo Salvini o Alternativa por Alemania), a lo que habría que añadir un puñado de miembros de extrema derecha del grupo mixto y algunos diputados del ala más derechista y menos europeísta del grupo Renovar Europa, fundamentalmente nórdicos, que están enfrentados a los franceses de Macron, que pilotan ese grupo. Como se puede observar, una potencial mayoría no sólo extremadamente conservadora, sino también especialmente euro-escéptica. En fin, una mayoría que sólo podría llevar al bloqueo de la Unión, a un frenazo en seco en el proceso de integración comunitaria y al incremento de los discursos nacionalistas y populistas en muchos Estados.

Pues bien, y para hacerlo corto, los conservadores y los euroescépticos perdieron. Afortunadamente, poco más de veinte diputados del Partido Popular, ninguno español, por cierto, se separaron de esta apuesta disparatada; la división de los liberales fue menor de la esperada; y los grupos a la izquierda nos mantuvimos unidos, sabiendo la relevancia de la votación para el curso de la UE. Por lo tanto, se aprobó la ley de Restauración de la Naturaleza, que ahora pasa a negociación con los Estados, y se evitó el peor de los escenarios, aunque fuera por tan sólo una docena de votos.

Y este envido de la derecha europea, dispuesta a aliarse con euro-escépticos y euro-hostiles, ha coincidido en un momento en nuestro país donde observamos alianzas similares en ayuntamientos, comunidades autónomas y, si así lo permitiera el resultado de las próximas elecciones generales, en el conjunto de España. El Partido Popular Europeo, una vez liberado -digámoslo claro- de una cierta tutela moral de Angela Merkel, perdido en elecciones nacionales con magros resultados, y sin un líder de gobierno fuerte en un país grande de nuestra UE se muestra ya dispuesto a cualquier cosa por tocar poder. Ignora el PP, con tal de acceder al poder, sus propios compromisos fundacionales de apuesta por impulsar el desarrollo del proyecto comunitario desde el centro-derecha europeo. Y el Partido Popular español, cuya tradición es parcialmente otra, y de cuyo seno ha nacido VOX, se ha entregado ya a esas coaliciones no sólo sesgadas a la derecha, sino también distantes y hostiles con la Unión Europea.

Frente a este PP replegado ante el euroescepticismo de una creciente extrema derecha, la socialdemocracia europea se mantiene firme en la posición que lleva abanderando desde hace ya siete décadas. Una posición comprometida con el progreso de la sociedad europea en su conjunto, entendiendo que ese progreso solo es posible mediante una mayor integración comunitaria.

Desde el ingreso de España en la entonces Comunidad Económica Europea en 1986, el PSOE ha sido central dentro de la familia socialdemócrata y, como consecuencia, en el proceso de construcción comunitaria. Desde el programa Erasmus, impulsado a finales de los 80 por Manuel Marín como comisario de Educación, hasta el diseño del programa Next Generation EU, en el que ha jugado un papel clave el actual Presidente, el compromiso de los socialistas españoles con el proyecto europeo ha sido y es inquebrantable. Es por ello que, de cara al domingo, te pido, querido lector, el voto para las candidaturas del PSOE, baluarte indubitado de la esperanza europeísta. Adelante.

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